
Hay dos movimientos posibles en el acto de traducir.
1) un movimiento tipo misionario-didáctico-fiel, empeñado en su deseo de educar al lector, transmitir cultura, volver accesible lo que no lo era. Las variaciones van desde el trot (= traducción literal, palabra por palabra, al pie del original) a la versión literaloide. Tentación recurrente (o a veces recurso inevitable): explicar el original más de lo que él se explicó, agregar vínculos que estaban silenciados, en suma, inflacionar el texto original.
La inflación se justifica a sí misma didácticamente.
2) un movimiento no empeñoso, libre de preocupaciones por el lector iletrado o de un proyecto ideológico definido, que incluya digamos la importancia de divulgar a fulano en un país. Las variaciones van desde tonterías y ejercicios de pirotecnia, equivalentes adiestrados del trot comprometido con el lector, a aquella cosa fascinante que son las "imitaciones": el acceso de pasión que divide al traductor entre su voz y la voz del otro, confunde las dos, y todo comienza en un producto nuevo donde la pasión es visible pero la palabra traducción, con sus sobretonos de fidelidad matrimonial, vacila en la boca de quien lee (Robert Lowell tiene un bello libro llamado Imitations, donde él imita a sus queridos).
Del artículo "Pensamientos sublimes sobre el acto de traducir", de Ana Cristina César, versión de Adriana Amante, publicado en la revista de poesía y poética Abyssinia, Eudeba, noviembre de 1999.
1) un movimiento tipo misionario-didáctico-fiel, empeñado en su deseo de educar al lector, transmitir cultura, volver accesible lo que no lo era. Las variaciones van desde el trot (= traducción literal, palabra por palabra, al pie del original) a la versión literaloide. Tentación recurrente (o a veces recurso inevitable): explicar el original más de lo que él se explicó, agregar vínculos que estaban silenciados, en suma, inflacionar el texto original.
La inflación se justifica a sí misma didácticamente.
2) un movimiento no empeñoso, libre de preocupaciones por el lector iletrado o de un proyecto ideológico definido, que incluya digamos la importancia de divulgar a fulano en un país. Las variaciones van desde tonterías y ejercicios de pirotecnia, equivalentes adiestrados del trot comprometido con el lector, a aquella cosa fascinante que son las "imitaciones": el acceso de pasión que divide al traductor entre su voz y la voz del otro, confunde las dos, y todo comienza en un producto nuevo donde la pasión es visible pero la palabra traducción, con sus sobretonos de fidelidad matrimonial, vacila en la boca de quien lee (Robert Lowell tiene un bello libro llamado Imitations, donde él imita a sus queridos).
Del artículo "Pensamientos sublimes sobre el acto de traducir", de Ana Cristina César, versión de Adriana Amante, publicado en la revista de poesía y poética Abyssinia, Eudeba, noviembre de 1999.
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